Y la vacunación de los peces es la llave para abrirla
Si bien la acuicultura mundial ha pasado un mal momento bajo la pandemia de Covid-19, también ha demostrado su gran capacidad de adaptación. Siempre encuentra la manera de satisfacer las restricciones nuevas y en constante cambio, y su potencial para ofrecer más oportunidades de vida no se ve en peligro. De hecho, la acuicultura se considera una de las principales armas para luchar contra el hambre y la malnutrición en el mundo.
Para alcanzar su potencial, la acuicultura tendrá que ofrecer un amplio rango de productos de alto valor para los mercados internacionales y un buen suministro de pescado a bajo coste para el consumo doméstico. El rápido crecimiento de este sector sigue generando nuevas dificultades. Las enfermedades siguen siendo un problema importante porque pueden generar grandes pérdidas para las comunidades rurales, lo que repercute en el menoscabo de la confianza de los inversores.
El desarrollo de la acuicultura comercial ha obligado a los criadores a usar medicamentos veterinarios para tratar brotes de enfermedades patógenas. Sin embargo, existe una percepción mundial generalizada de que este sector ha utilizado los antibióticos veterinarios de manera imprudente.
De ahí que las autoridades deben promover la sostenibilidad de la producción acuícola y proteger la salud pública. En paralelo, hacer que los medicamentos se usen de forma juiciosa sigue siendo la responsabilidad de todas las granjas de cría animal y de las piscifactorías.
Dar preferencia a las medidas preventivas y al uso de vacunas para reducir la exposición a los patógenos es un importante objetivo de la ciencia veterinaria. El problema de la resistencia a los antibióticos es bien conocido y está bien documentado. La principal preocupación de la salud animal es el fracaso terapéutico, porque la posible presencia de residuos en los productos alimentarios supone un problema alarmante para el ser humano. Igualmente preocupante es el desarrollo de resistencias bacterianas ante enfermedades humanas por microorganismos que han creado resistencia contra los antibióticos. Aunque este fenómeno se puede producir de forma natural por adaptación de los microorganismos al medio, cuando se prescribe una dosificación inapropiada y excesiva de antibióticos, se observa una agravación.
En la acuicultura se utilizan varias estrategias para reducir la resistencia a los antimicrobianos. Entre ellas figuran la limpieza de las instalaciones, el uso de inmunoestimulantes para aumentar la inmunidad innata, la adición de probióticos en la alimentación y, por supuesto, la vacunación. Esta última constituye el arma más importante contra las infecciones, ya que es la última barrera que encuentran los patógenos antes de provocar el brote de la enfermedad.
La aparición de las vacunas ha reducido ampliamente la dependencia de agentes antimicrobianos. La vacunación nos beneficia a todos y protege la salud y el bienestar de los animales, la vida de quienes trabajan con ganado y la seguridad de los alimentos. El desarrollo de algunos sectores acuícolas como la industria del salmón en Noruega (donde en 1994 los acuicultores de todo el país pasaron de los antibióticos a la vacunación) ha demostrado el gran potencial que tienen las vacunas para reducir la dependencia de los medicamentos veterinarios.
Recientemente se han realizado pruebas de protección contra la vibriosis anguillarum en varios grupos europeos de lubina, incluso con temperaturas adversas. Como resultado, la mortalidad de los grupos no vacunados ascendió al 95%, mientras que los peces vacunados 42 días antes mediante inyección intraperitoneal sobrevivieron, lo que significa un éxito de la vacunación próximo al 100%.
Estas experiencias confirman que la vacunación no sólo es esencial para reducir drásticamente la resistencia a los antimicrobianos, sino que además es el mejor método para aumentar la tasa de supervivencia y la rentabilidad. Entre los diferentes métodos de vacunación actualmente disponibles, la inyección manual (intraperitoneal o intramuscular) ha demostrado ser la preferida, siempre y cuando la especie así lo permita.
De hecho, la inyección es muy eficiente para generar una respuesta citotóxica humoral (anticuerpos) y celular. La mayor desventaja de la vacuna por inmersión es que se necesitan grandes cantidades de ella y su protección inmunológica es menor y dura menos tiempo. La protección generada por la vacunación oral es por lo general débil y de corta duración; además, todos los individuos tienen que ingerirla. La vacunación mediante inyección automática requiere unas máquinas sofisticadas y caras. Sin embargo, a la hora de elegir el mejor método de aplicación hay otros factores que hay que tener en cuenta como el tamaño del pez y el tipo de patógenos.
Los peces tienen un sistema inmunitario que funciona de forma similar al de los mamíferos (innato y adquirido). Las principales diferencias con otros vertebrados es que su metabolismo y su respuesta inmunitaria dependen de la temperatura, por lo que ésta constituye otro aspecto importante de la estrategia de vacunación.
Para la vacunación a mano los peces se trasportan en tubos desde los tanques de cría hasta un baño anestésico. Un equipo de vacunación cualificado inyecta entonces la vacuna a los animales ya relajados.
La dosificación de la vacuna puede variar (en la mayoría de los casos de 0,05 a 0,2 ml por espécimen de entre 15 a 80 gramos); es importante seguir la posología correcta, tal como lo recomienda el fabricante o su ictiólogo. Evidentemente, la capacidad de la jeringa tiene que ser adecuada al volumen administrado.
Las jeringas de gama micro con tubo de alimentación Socorex® ultra 1810 aplican dosis altamente precisas, estableciendo nuevos estándares en la inyección de microvolúmenes y rompiendo las barreras del volumen. Los inyectores autorrellenables se pueden usar con la mayoría de vacunas y medicamentos en volúmenes de 0,02 a 0,5 ml.
A la hora de elegir el instrumento más cómodo de aplicar es importante que la carrera del émbolo esté ajustada al volumen que se va a administrar. El volumen se selecciona y se bloquea mediante una tuerca y un casquillo micrométrico, lo que permite una alta reproducibilidad, incluso con volúmenes muy pequeños. La serie Socorex® ultra, pensada para una larga duración, es extraordinariamente sólida y sin embargo liviana. Su ergonomía, el sencillo manejo de su empuñadura y el suave movimiento de su émbolo hacen que su uso de hasta 1.000 inyecciones a la hora no provoque fatiga, desmarcándolo así de cualquier producto de la competencia con consumibles de plástico.
Igualmente importante es el tamaño correcto de la aguja. Para inyectar peces los modelos más comúnmente utilizados tienen un calibre de 23 a 25 y una longitud de 3 a 5mm, sabiendo que se necesita 1mm para atravesar la pared del estómago. La correcta posición de manipulación es fundamental, pues si se inyecta en lugares incorrectos o con la aguja apuntando en una mala dirección se puede perforar la vejiga natatoria o dañar al usuario, con las consecuencias ya sabidas. El accesorio Socorex® FishGuide™ reduce estos riesgos y facilita la inmovilización del pez durante la vacunación. Adaptable en 360°, el dispositivo giratorio se coloca fácilmente para operar de una manera suave, segura y tranquila. El contador hermético de dosis Abacus™ constituye el accesorio ideal de la vacunación manual. Firmemente montado en el inyector, Abacus™ facilita enormemente el recuento de las dosis aplicadas y, por tanto, del número de especímenes tratados.
En definitiva, la producción de proteínas sanas mediante la acuicultura requiere un planteamiento global, no sólo en lo que respecta a infraestructuras de calidad y personal bien formado, sino también en la utilización de las últimas tecnologías farmacéuticas, de instrumentos vanguardistas y de los consumibles más avanzados. Para alcanzar la meta de la sostenibilidad global hay que tener bien presente la salud y la seguridad de las personas y de los animales, sin concesión alguna a los compromisos medioambientales.